Le tenemos terror a la palabra cáncer, pero sabemos poco de otros males que se cobran muchas más vidas que esa temida enfermedad. Hoy, 1 de cada 4 personas muere por cuadros de trombosis. Mata más personas que el HIV, los accidentes y el cáncer de mama juntos pero pocos la conocen. Por eso es importante tomar conciencia y saber que el riesgo aumenta mucho en los viajes largos en avión.
Así lo determinó la Sociedad Argentina de Cardiología y el Grupo Cooperativo Argentino de Hemostasia y Trombosis, que se propusieron investigar en profundidad el tema, teniendo en cuenta que millones de personas se movilizan cada día en avión y hay escasa información científica al respecto.
Los especialistas concluyeron que los riesgos crecen en los viajes largos. Y que los pasajeros pueden ayudar a prevenir haciendo pequeños ejercicios durante el vuelo
La trombosis es una obstrucción u oclusión de una vena o arteria en cualquier parte del cuerpo, por un coágulo, que reduce el flujo sanguíneo en una región. Su mayor riesgo es que origina las tres principales causas de muerte cardiovascular: el infarto de miocardio, el accidente cerebrovascular -en ambos casos el coágulo obstruye una arteria del corazón o del cerebro- y el tromboembolismo venoso -como la embolia pulmonar-.
Según el cardiólogo Miguel González, presidente de la SAC, los viajes largos son peligrosos sobre todo para ciertos pacientes. Pero, si bien no todas las personas son igualmente vulnerables, un viaje prolongado (de más de 8 horas) “duplica el riesgo de trombosis respecto de si no se hiciera ningún viaje”, advierten los expertos que hicieron el estudio. “En los viajes en avión, la posibilidad de sufrir un evento trombótico es de 1 por cada 4.656 pasajeros”, advierten.
“El riesgo depende de dos grandes factores: el riesgo inherente a cada persona y el asociado a la duración del viaje”, explica Ignacio Bluro, médico cardiólogo, coautor del trabajo.
El mayor riesgo está dado por la inmovilidad propia de los viajes extensos, ya sea en avión, ómnibus o cualquier otro medio de transporte
Quiénes tienen mayor riesgo
El documento estableció tres grupos de pasajeros, según el nivel de riesgo.
- Riesgo alto: haber padecido una trombosis previa, tener un cáncer activo, estar en tratamiento con agentes antiestrógenos, tener susceptibilidad a la formación de coágulos o trombofilia hereditaria.
- Riesgo moderado: quienes sufren sobrepeso y obesidad (índice de masa corporal mayor a 25), várices (síndrome varicoso), falta de ovulación (anovulación), insuficiencia cardíaca o trombofilias de bajo riesgo. También los que siguen terapias de reemplazo hormonal, los mayores de 50 años y los que hayan tenido una inmovilización prolongada durante el mes previo al viaje, las que atraviesen embarazo y puerperio, y los que tengan ciertos trastornos en la coagulación.
- Bajo riesgo: personas con peso normal, menores de 50 años y sin enfermedades asociadas ni antecedentes familiares de tromboembolismo.
Consejos para bajar el riesgo y prevenir
- Para el grupo de bajo riesgo, la recomendación es realizar lo que llaman “movilización activa”: pararse cada dos o tres horas, estirar los músculos y caminar unos minutos.
- En cuanto al grupo de riesgo moderado, las recomendaciones son la movilización activa y la utilización de medias de compresión.
- Los del grupo de alto riesgo, si van a realizar un viaje corto, deben realizar la movilización activa. En caso de que el viaje sea de más de cuatro horas, utilizar también las medias de compresión y consultar a su médico sobre la posibilidad de que les indiquen una medicación antitrombótica.
Es importante saber que el riesgo no termina cuando el pasajero baja del avión, sino que se extiende al menos por las cuatro semanas subsiguientes, dice el documento.
Como medidas básicas, todo el mundo debería mover las piernas. Además, existen movimientos recomendados para lograr contraer los músculos, lo que ayuda a que la sangre circule.
En los casos de pasajeros de riesgo medio, además de utilizar medias de compresión, conviene sumar medias tres cuartos, que se consiguen en las ortopedias: comprimen la pierna y ayudan a la circulación de la sangre hacia arriba.