El aumento de la esperanza de vida y los cambios sociales han desdibujado el concepto de cuando una persona es considerada vieja. ¿A los 65, a los 75, a los 85? Sin duda, no hay una respuesta precisa y la línea divisoria se va corriendo más lejos. En esto han influido los avances médicos y tecnológicos en muchas especialidades como la dermatología, la cosmetología y la cirugía plástica, que colaboran de manera eficiente en modificar la apariencia externa de las personas. Gracias a la medicina no sólo se logra mayor longevidad sino, además, alcanzar un aspecto más juvenil.
Sin embargo, por dentro ocurren otros hechos que dependen del funcionamiento cerebral. A partir de los 45-50 años empiezan a disminuir el número de neuronas de la corteza cerebral, especialmente en los lóbulos temporales que se consideran fundamentales en el proceso de almacenamiento de la memoria. Pero no sólo es un cambio cuantitativo sino también que las neuronas exhiben menor respuesta a los transmisores químicos normales y responsables del buen funcinamiento cerebral. Empiezan a aparecer unas placas entre las neuronas que producen interferencias entre la transmisión neuronal, por lo que se afecta su rendimiento.
La queja más frecuente de una persona entre los 55-60 años de edad es la sensación de que la memoria empieza a cambiar y ya no es la de antes. Sobre todo para recordar nombres propios más que los hechos cotidianos. Para entender mejor conviene saber que en la memoria existen tres niveles.
Un primer nivel que se asemeja a una imagen fotográfica y que desaparece rápidamente.
El segundo, que es una memoria de corto plazo que dura pocos minutos y que puede ser consultada de manera directa o mantenerla activa si se repite la información (permite recordar un número de teléfono que nos dictan), pero pasado un tiempo el recuerdo desaparece.
El tercero es el de la memoria de largo plazo, una suerte de archivo de recuerdos que se conservan por años.
Con la progresión de la edad, el cerebro mantiene la capacidad para registrar una nueva información pero pierde la capacidad de acceder a dicha información registrada y recordarla de manera activa. En otras palabras, hay una buena memoria de reconocimiento pero una menor capacidad de rememoración. Este es el principal cambio que se insinúa en el cerebro a medida que avanzan los años. Afecta a todos, aunque pueden variar los tiempos.
El otro gran cambio se vincula con la movilidad física, predominando una tendencia a la lentificacion de los movimientos, que nada tiene que ver con procesos óseos, articulares o musculares. Las personas de edad son más lentas para moverse. Esta reducción de la capacidad para moverse con rapidez se tiende a atribuir a la pérdida o disminución funcional de neuronas que están localizadas en regiones del cerebro ricas en dopamina, responsable, entre otras acciones, de la movilidad y coordinación muscular.
Estos cambios corporales y los cambios en la memoria son característicos en la persona de edad. Pero quizá se entre en la vejez no sólo por los cambios físicos sino cuando los recuerdos son más potentes que los proyectos, la esperanza y el poder disfrutar de la vida, cada día.
- Por Elías Norberto Abdala. Doctor en Medicina, psiquiatra y especialista en psiconeuroendocrinología.