Sigmund Freud (padre del psicoanálisis) fue el primero en describir una fuerza o energía vital denominada libido que nos conduce en la búsqueda del placer (no necesariamente sexual) y a evitar el displacer. Este impulso ya está presente desde la más tierna infancia y orienta al bebe (y luego al niño/a) al descubrimiento del propio cuerpo y el del otro (madre, padre, hermanos, etc.).
El complejo de Edipo
Freud, entonces, habla de una sexualidad infantil (no genital) que será esencial para el proceso de individuación (Ser uno mismo) y para alejarnos de relaciones amorosas dentro del marco familiar (incesto). El amor del niño por su madre o de una niña por su padre es posesivo, cargado de conductas que los pequeños ofrecen a los padres para ganarse la atención y el afecto. Ellos quieren sentirse importantes, ser el objeto de amor, acapararlos, tenerlos para sí.
Este triángulo padre-madre-niño necesita romperse para que los hijos salgan de él, y pueda crecer
Este triángulo padre-madre-niño necesita romperse para que los hijos salgan de él, y pueda crecer. Saber y entender que madre y padre son imposibles como objeto de amor y que la orientación libidinal debe buscar otros horizontes para su expansión saludable.
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En esta fase del Edipo aparecen las clásicas preguntas sobre la diferencia de los sexos que dejan mudos a muchos papás. Es cierto que si nos atenemos al sexo físico y no existen patologías congénitas como los estados de sexualidades mixtas de causa orgánica (seudohermafroditismo) existen dos maneras posibles: varón o mujer. Decir a los chicos: “las nenas no tienen pito, y a los nenes: las nenas no tienen pene, son respuestas correctas para ese momento madurativo”.
Decir a los chicos: “las nenas no tienen pito, y a los nenes: las nenas no tienen pene, son respuestas correctas para ese momento madurativo”
No obstante, a medida que los niños crecen es fundamental ir ampliando el concepto: no sólo tenemos pito o vagina, también somos varones o mujeres porque nos sentimos como tales. El sexo psicológico acompaña al biológico y lo enriquece con toda la información que proviene del mundo interno.
Es necesario que los padres, como figuras significativas y formadoras de nuestros hijos, reflexionemos sobre cada pensamiento o enseñanza a trasmitir. Dejar de lado condicionamientos rígidos, mitos, prejuicios, ayuda a generar valores basados en el cuidado personal, la autoafirmación, la independencia, la empatía y la libertad.
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La superación del Edipo es condición necesaria para la estima personal. El niño deja de ansiar lo imposible (el amor del padre o de la madre) y dirige su atención hacia Sí mismo y hacia los demás.
Luego del pasaje por el Complejo de Edipo, el niño o niña ya se reconoce como un ser autónomo (diferenciado del otro), con identidad de género, y capacidades cognoscitivas preparadas para iniciar el proceso de aprendizaje. Sale del Edipo y entra en la Etapa de latencia. En esta nueva etapa la energía libidinal se desplaza hacia otros objetivos. La sublimación (canalización de la energía sexual o libido en actividades que impulsan el desarrollo intelectual y social) será necesaria para que el niño se ocupe de las labores escolares y se integre a nuevos grupos, desarrollando habilidades de sociabilidad e internalizando códigos culturales, específicos de cada grupo.
Por Dr. Walter Ghedin. Psiquiatra y sexólogo.
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