El descubrimiento del cuerpo y de la sexualidad adolescente comienza en etapas más tempranas que años atrás y ésto, ya de por sí, acelera los procesos de valoración corporal y las relaciones con sus pares. Y, si a este proceso (más activo en las niñas que en los varones) le sumamos el influjo de la tecnología que permite visibilizar y compartir cada momento de esta etapa, el resultado será un desarrollo más precoz.
El entorno puede influir satisfactoriamente en el desarrollo del adolescente, brindando las condiciones adecuadas para la maduración, pero también puede retrasar o acelerar el proceso.
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Así como los tiempos de maduración física entre varones y mujeres púberes son diferentes, también lo es el desarrollo de la sexualidad. Décadas atrás las jovencitas se observaban entre sí comparando sus cambios físicos con las compañeras de colegio o amigas, condicionando la estima al resultado de esas comparaciones. Hoy en día, lo que se pone en juego no es solo el cuerpo sino sus capacidades para seducir y conseguir más likes en las imágenes publicadas.
Los avances en materia de género provocaron cambios en los roles femeninos, pero no ocurrió lo mismo con los hombres que se han visto más rezagados en dichos cambios. A los jovencitos les da vergüenza mostrar el cuerpo o actitudes seductoras, a menos que las fotos se hagan en grupo, compartiendo alguna actividad en común.
El avance tecnológico y la incorporación de los mismos a la vida cotidiana son fuertes estímulos que impactan en la construcción del mundo personal.
Las redes sociales se convierten en espacios de interacción en los cuales la posibilidad de compartir experiencias pareciera no tener límites, sobre todo para el cuerpo y el juego de la seducción sin importar el sexo del que está del otro lado
La dificultad de los jóvenes para medir las consecuencias de la exposición es escasa o nula, sobre todo si no han asimilado pautas de cuidado o el propósito es transgredirlas. Pareciera que la motivación principal es la acción, ya sea medida, programada o como un acto impulsivo, sin pensar en las consecuencias.
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Aún no se conoce a ciencia cierta la influencia de los avances tecnológicos en la construcción de psiquismo. No obstante, lo que se muestra en las redes no condice con lo que sucede en el interior de cada joven.
No existe tal congruencia entre la imagen que se hace visible y la confianza subjetiva, simplemente porque los procesos internos requieran más tiempo para madurar
La exposición del cuerpo y todas las posibilidades que resultan de tal grado de visibilidad no es evidencia de la seguridad y la valoración personal, es solo una performance social en búsqueda de tener más aceptación y pertenencia al grupo de pares.
Las jóvenes están inmersos en un mundo que impone formas, normas, modas, entre las cuales las adolescentes (y los adultos) quedan cautivos. Los padres de estas adolescentes también se ven asimilados al influjo de las redes y de las aplicaciones y, por lo tanto, les cuesta poner límites cuando ellos mismos no pueden hacerlo.
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No se puede decir “no lo hagas” o “esto es de tu intimidad” cuando los adultos postean imágenes, exponen sus emociones o cortan una comunicación para atender el celular. La primera acción es ser congruente con lo que se plantea.
Algunos consejos:
- Es necesario abrir la comunicación y tomarnos el tiempo para escuchar al otro sin dispositivos en el medio.
- La intimidad debe ser un valor a recuperar. No obstante, la intimidad resulta de la estima, de la confianza personal, aspectos básicos en la construcción de sí mismos. Y esta valoración es el resultado de la educación y de la contención afectiva del entorno.
- Aunque todo proceso de especialización pone en juego la mirada ajena (aprobación o crítica), la pertenencia al grupo de pares no debe estar sujeta a cumplir con los requerimientos ajenos: “si los demás lo hacen, yo también lo tengo que hacer”. Las jóvenes creen que se deben el 100% al grupo, que si no lo hacen rompen con pautas de lealtad, etc. Y son los padres los que deben ayudar a fortalecer la estima y apoyar la postura del cuidado de lo propio.
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- Los medios, las publicidades, el ideal de belleza, crean imágenes estereotipadas de “cómo se debe ser, comportarse, metas a conseguir, etc.” Son falsas creencias que se incorporan al Yo como propias, como si surgieran del deseo personal. Ponerlas en duda, criticarlas, rebelarse, tomar de ellas lo que sirve y el resto descartarlo, debe ser una postura frente a tanta presión externa.
- A un padre o una madre no les sirve decir “no lo hagas” como una imposición. Tampoco sirve ponerse en el lugar de “Yo soy el adulto, yo tengo la verdad” ni el consabido “Yo ´sé por qué te lo digo”. Si un adulto, por serlo, tiene más experiencia, puede ayudar desde ese lugar de compromiso, de haber vivido y sentido cosas que pueden ser transmitidas para ayudar a comprender el mundo que vivimos.
Resaltar el valor del cuidado de lo propio, del cuerpo, de las emociones, de los pensamientos, de los proyectos, etc. Una joven es más vulnerable cuando su valoración proviene del afuera, es así cuando aparecen situaciones de riesgo (perfiles falsos, grooming, abusos, etc.)
- Hablar con los hijos de sexo no es solo decir cómo cuidarse para no quedar embarazada o prevenir enfermedades de trasmisión sexual, tampoco es referir todo a un mero contacto genital. Es eso y mucho más, es hablar de sexualidad. La sexualidad comprende al sujeto en su dimensión más amplia: sus deseos, el cuidado, el sentido del cuerpo, los afectos, sus pensamientos, la identidad de género, la orientación sexual, etc. Comprender la dimensión de la sexualidad implica, ante todo, revisar la propia, despojarse de prejuicios, de mitos.
- Y ya no vale decir “Yo de ésto no sé” o “hice lo que pude”. Así como un adulto usa las aplicaciones para tantas cosas, tendría que hacerlo para informarse, para romper con creencias, para ver que el mundo también evoluciona en pos de una mayor y mejor comprensión de uno mismo y de los demás.
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