Si cada tanto te quejas de "dolor de huesos" no lo dejes pasar: las señales que te da el cuerpo y actuar ante los primeros síntomas de la artrosis puede prevenir el avance de la enfermedad en el futuro. Hay maneras de frenar el desgaste y tratamientos y fórmulas para aliviar las molestias y sentirte mejor.
Un dato a tener en cuenta es que el hecho de que aparezca dolor "inespecífico" y crujidos en los huesos puede estar indicando que hay un principio de artrosis. Síntomas a tener en cuenta y consultar al médico.
Primeros síntomas de artrosis
Si bien lo más probable es que la enfermedad asome a medida que vamos sumando años, hay casos en los que aparece de forma precoz a los 40 o 50 años. El síntoma de la artrosis más común es el dolor de articulaciones en las manos, el cuello, la zona lumbar, las rodillas o las caderas.
Los kilos de más, una práctica excesiva de deporte, mucho sedentarismo, algún problema estructural en la columna o tener una cadera más alta que otra (algo muy habitual) puede hacer que las articulaciones se desgasten antes de tiempo.
Aunque sientas molestias en articulaciones como las rodillas, no dejes que el dolor te paralice, ya que el sedentarismo es uno de los mejores "amigos" de la artrosis. Es clave practicar ejercicio físico moderado con regularidad
Artrosis: síntomas y signos de alerta
Se hace notar, es molesto y no pasa desapercibido. El dolor en las articulaciones es el que tenemos más presente. Pero el cuerpo puede enviar otros avisos de que quizá tengas artrosis o estés empezando a desarrollarla:
Los signos y síntomas de la artrosis incluyen los siguientes:
Dolor. Las articulaciones afectadas pueden doler durante o después del movimiento.
Rigidez. …
Sensibilidad. …
Pérdida de flexibilidad. …
Sensación chirriante. …
Osteofitos. …
Hinchazón.
- Dolor. Existen dos tipos de dolor muy característicos de la artrosis. Por un lado, el que se presenta después de realizar un esfuerzo físico y mejora con el reposo. Y por otro, el que aparece tras estar un rato sentado y desaparece al cabo de unos minutos después de volver a la actividad. También puedes sentir que, al levantarte por la mañana, el dolor es más suave, pero aumenta a medida que pasan las horas.
- Rigidez y sensibilidad en los huesos en función de los cambios en el clima. Aunque hay mucho debate sobre la influencia de la climatología en los síntomas, diversos estudios sostienen que el dolor en las articulaciones puede aumentar cuando llueve. Y los cambios de presión que se producen cuando se avecina una tormenta pueden intensificarlos. Esto ocurre porque los nervios sensoriales que tienen las articulaciones reaccionan a los cambios de presión externa.
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- Crujidos. Sentir un crujido en las articulaciones (algo que se denomina crepitación) al realizar un movimiento brusco (al levantarte, al estirarte, al incorporarte) es un síntoma temprano que podría indicar que el cartílago de tus articulaciones se está deteriorando. Ocurre porque hay un desgaste de la almohadilla (el cartílago) que impide que un hueso roce con otro.
- Movilidad reducida. La limitación o dificultad para realizar ciertos movimientos (por ejemplo, no poder arrodillarte) es a menudo una de las señales más evidentes de la artrosis. La deformidad puede ser otro signo tardío de la enfermedad.
- Pérdida de flexibilidad y rigidez.
El ejercicio ayuda a aliviar síntomas como el dolor y la rigidez, y evita que la artrosis empeore. Si lo practicas entre 3 y 5 días a la semana permitirás que la articulación repose y no se dañe
Causas de la artrosis cuando eres joven
Algunos cambios y procesos vinculados con la edad no se pueden modificar ni evitar. Pero otros, como tus hábitos de vida cotidianos, sí dependen de vos. Corregirlos puede ayudarte a prevenir la artrosis o, al menos, frenar su evolución.
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- Perder peso: tener sobrepeso hace que irremediablemente se sobrecarguen las articulaciones de apoyo y soporte, como las rodillas, la columna lumbar o las caderas. Por ejemplo, una persona con 30 kilos de sobrepeso obliga a su cadera a soportar una carga similar a 140 kilos.
- Además, el exceso de grasa corporal provoca inflamación a nivel sistémico y esto acaba afectando a las articulaciones y favoreciendo la artrosis. Lo bueno es que las articulaciones son muy agradecidas y enseguida notan mejoría: por cada kilo que se adelgaza, esa presión disminuirá en 4 kilos.
- Evitar algunos movimientos. Algunas actividades, laborales o no, hacen que determinadas articulaciones reciban microtraumatismos de repetición que hacen que el cartílago se desgaste de forma prematura. Adoptar medidas de higiene postural en el trabajo ayuda a reducir su impacto.
- Conviene dosificar aquellas tareas que suponen movimientos repetitivos, como planchar, atornillar, etc. Hay trabajos o actividades que pueden "castigar" más las articulaciones: si puedes, evítalas.
- Deportes... Pero no todos. En general, ningún deporte es malo, pero sí lo es practicado de forma inadecuada, ya que puede dañar los cartílagos de las articulaciones. Es clave escoger el tipo de ejercicio más adecuado a las condiciones físicas de cada uno y practicarlo de forma correcta. Los deportes de impacto, como correr o saltar, no son los más indicados para las personas que empiezan a tener problemas en las articulaciones.
- Antecedentes. Una parte de nuestros problemas de salud articular puede estar ligada a la genética, tanto en lo que se refiere a la aparición como a la evolución de los mismos. Conviene intensificar los controles médicos si se tienen antecedentes familiares de artrosis para tomar medidas lo antes posible.
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Recuerda que caminar es uno de los ejercicios más recomendables, ya que además mejora el balance postural y reduce el riesgo de desgaste. Y actividades que estimulen tu flexibilidad, como el yoga o taichí, son geniales porque mejoran la rigidez y reducen el dolor. No olvides que una musculatura fuerte protege las articulaciones.
Después de todo, ocuparnos de prevenir nos compete a todos los que deseamos una longevidad activa y saludable. La artrosis, el trastorno articular más frecuente, suele comenzar a edades comprendidas entre los 40 y los 50 años y afecta en algún grado a casi todas las personas a partir de los 80 años de edad.
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