Las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en el mundo. Sin embargo, con prevención y hábitos saludables es posible reducir su impacto. Los expertos recomiendan realizar una serie de controles para determinar qué posibilidades tiene cada paciente de padecer un episodio de este tipo. Es decir, el riesgo cardíaco: las probabilidades que tiene una persona de tener una afección cardiovascular.
Las estadísticas son contundentes: las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en la Argentina y en el mundo. En nuestro país, provocan más de 100 mil fallecimientos por año, lo que constituye casi el 30 por ciento del total. Más allá de lo alarmante de este panorama, hay un dato que invita a encarar esta problemática de salud con compromiso y una perspectiva positiva: la gran mayoría de los casos se pueden evitar.
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Riesgo cardíaco: qué probabilidad tenemos de sufrir un evento cardiovascular
“El tabaquismo, la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la diabetes y el exceso de peso son algunos de los factores de riesgo asociados al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Se estima que 8 de cada 10 eventos cardiovasculares pueden ser prevenidos con adecuado control de estos factores y con hábitos saludables, tales como mantenerse activo y alimentarse de forma adecuada”, explica el doctor Hugo Sanabria (MN 98220), jefe de la Clínica Diabetes del ICBA Instituto Cardiovascular.
Lo cierto es que no todos tenemos las mismas probabilidades de padecer un problema vinculado al corazón. Para esto, los expertos hablan de un concepto clave en la medicina preventiva: la estratificación del riesgo. ¿De qué se trata? Básicamente, es un proceso que permite realizar una valoración personalizada para determinar qué chances tiene cada paciente de padecer a corto o mediano plazo un evento cardiovascular.
Esta estrategia es fundamental de cara a reducir el impacto en la salud pública de este tipo de patologías y cobra especial relevancia en el marco del Día Mundial del Corazón, que se conmemora este viernes 29 de septiembre. La fecha fue establecida hace más de dos décadas por la Federación Mundial del Corazón, con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNESCO. El objetivo es difundir información útil para la población, haciendo hincapié en la prevención y en las últimas novedades en tratamiento.
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El rol de las ecografías y tomografías
Para poder estratificar el riesgo de un paciente, los especialistas cuentan con una serie de tablas que los orientan a predecir qué grupo de personas tiene mayores chances de desarrollar en el futuro un evento cardiovascular. Se basan en el análisis de algunas variables específicas como la edad, si fuma o no, el valor de presión arterial y los niveles de colesterol en sangre. Sin embargo, los factores son muchos más y muestran una mayor complejidad.
El doctor Sanabria explica que algunos son difíciles de cuantificar, ya que están vinculados a ciertas condiciones sociales, del medio ambiente (como por ejemplo la polución ambiental) y otras conductas o hábitos personales en los que las tablas muestran limitaciones y no permiten estimar adecuadamente el riesgo personalizado de cada paciente.
“Para mejorar nuestra precisión, actualmente disponemos de otras herramientas complementarias que nos permiten evaluar la salud de nuestras arterias por medio de imágenes de forma directa y no invasiva. Podemos identificar si aquellas que irrigan el cerebro o las piernas presentan placas de ateroma (lesiones de la pared arterial) a través de una ecografía de las arterias del cuello y piernas; o conocer el monto de calcio (lo que nos habla de la presencia de placas de ateroma) que presentan nuestras arterias que irrigan el corazón a través de una simple tomografía que no requiere contraste. Medir la cantidad de calcio o placas en estos territorios vasculares nos permite identificar pacientes con un mayor riesgo de desarrollar eventos cardíacos”, explica el cardiólogo, que además es jefe del Programa de Prevención Cardiovascular que desarrolla el ICBA.
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Un riesgo insospechado
Muchos pacientes llegan al consultorio del cardiólogo asumiendo que tienen algún nivel de riesgo, ya sea por su edad, por ser o haber sido fumadores o por llevar una vida sedentaria. Pero muchos otros –que son los que habitualmente postergan la consulta- presuponen que sus chances de padecer un evento cardiovascular son bajas y se sorprenden al enterarse de lo contrario.
“Diferentes investigaciones nos muestran que una alta proporción de pacientes sin antecedentes previos de enfermedad cardiovascular presentan alteraciones precoces a nivel vascular. En un estudio efectuado en personas de 40 a 60 años de edad, se observó presencia de placas de ateroma en las arterias de cuello y miembros inferiores o calcio en las arterias del corazón en el 70% de los hombres y el 60% de las mujeres”, explica el doctor Sanabria.
Al ser una alteración tan frecuente, resulta de vital importancia saber no solo si hay indicios de placas de ateroma, sino también tener un panorama claro del grado de afectación que presentan nuestras arterias. “A mayor compromiso, cuanta más aterosclerosis tienen las arterias, mayor es el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un evento cerebrovascular. Con esta información, podemos estimar nuestra edad vascular; es decir, cuán envejecidas están nuestras arterias”, destaca el experto.
Una vez hecha la estratificación de riesgo, el paciente y el cardiólogo podrán analizar las estrategias más apropiadas para minimizar el riesgo cardiovascular. “Por ejemplo, definir cuál es el mejor nivel de colesterol y presión arterial que debe alcanzar. O también, si puede beneficiarse o no con el uso de aspirina a bajas dosis. Además, al visualizar mejor su riesgo, el paciente puede tomar la decisión de implementar cambios de su estilo de vida, incorporando hábitos más saludables”, agrega.
“En el Día Mundial del Corazón queremos trasmitir la importancia de mantener hábitos saludables y un adecuado control de los factores de riesgo cardiovascular. Recordando que la gran mayoría de los eventos cardiovasculares pueden ser prevenibles. Conocer la salud vascular permite tomar mejores decisiones para una vida más saludable”, dice Sanabria.
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