“Me duele la cabeza, yo creo que es hambre”, “Tengo sueño, yo creo que es hambre”, “Me siento desganada, yo creo que es hambre”, “Estoy triste, yo creo que es hambre”. ¿Te resultan conocidas estas afirmaciones? Siempre digo que es muy importante conocer bien nuestro cuerpo y empezar a prestar atención a las sensaciones y a nuestro estado de ánimo, de manera de poder diferenciar el hambre real del hambre emocional.
Pero existe una forma fácil de darse cuenta, siempre y cuando la persona esté comiendo bien y no se esté restringiendo: LA SENSACIÓN DE TENER HAMBRE SIEMPRE. El ser humano no vive con hambre, salvo que no se esté alimentando bien.
El hambre emocional se relaciona con las emociones. Peleas con la pareja, con la familia, nervios por exámenes, por casamientos, aburrimiento, enojo, tristeza, y hasta felicidad
Para evitar comer en estas situaciones, lo primero que hay que hacer es reconocer si es hambre real o buscar herramientas para saber manejarse. Hay que tener en cuenta que el pico de ansiedad siempre baja. Uno no está ansioso todo el tiempo, de hecho, al comer, se vuelve al estado normal.
Te recomendamos: Las emociones y el cerebro, claves para entender el hambre y la saciedad
Es cuestión de aprender a manejar esos picos distrayéndose, haciendo algo que no sea ir a la cocina, al kiosko o al supermercado. No es nada fácil controlarlo, pero siempre lo mejor es tratar estas situaciones con un licenciado en Nutrición y/o Psicólogo y que entre ambos busquen las herramientas para evitar el comer por hambre emocional.
Lo que solemos pedirle al paciente en estos casos es que trate de detectar qué le pasó en ese momento de atracón o picoteo, si sentía aburrimiento, nervios, o qué pensamientos particulares tenía para poder trabajar junto con el terapeuta la causa del hambre emocional. No es un trabajo sencillo, lleva tiempo y mucha constancia.
Enumeremos algunas características del hambre real:
- Aparece de a poco
- Se está abierto a varias opciones
- Se para cuando se está satisfecho
- No se siente culpa al terminar de comer
- Ocurre por una necesidad física y las elecciones son más sanas.
Ahora bien, veamos qué pasa con el hambre emocional:
- Viene de golpe
- Se come lo que sea
- Cuesta más satisfacerse
- Se siente culpa
- Ocurre por causas emocionales
- Suelen ser elecciones menos sanas.
Cuando aparece el hambre emocional, el cerebro le dice al estómago que no le importa que no tenga hambre, que él toma las decisiones, quiere serotonina. Esta hormona controla nuestro humor y también se asocia al placer. No por nada cuando uno está a dieta restrictiva tiene cambios de humor permanente.
Podés leer: Por qué no funcionan las tres dietas más buscadas en Google
Existen tres problemas asociados a comer por emociones:
- Calorías en exceso.
- Se deja la huella, es decir, “como esa vez estaba triste, comí y se me pasó, la próxima vez haré lo mismo”
- No cambia nada: por más que se coma, no hay solución. Al comer por emoción no nos permitimos sentir lo que nos pasa y no buscamos resolverlo.
Cuando uno sabe que puede comer de todo en porciones normales, el deseo por la comida baja. A veces se suele pensar que la comida es adictiva. Y la comida no es adictiva, en general son las emociones lo que hace que uno quiera comer de más. Es la relación que tiene la persona con la comida.
Con un profesional podemos tratar todos estos aspectos, es una cuestión de educación alimentaria, de poder frenar cuando el estómago dice basta. Por eso, la prohibición y las dietas de hambre no funcionan, además uno termina subiendo el doble de lo que bajó.
- Por María Agustina Murcho. Nutricionista MN 7888 /MP 3196, autora del libro “Podemos comer de Todo”. En Instagram @nutricion.ag