Hace tiempo que la salud dejó de ser patrimonio exclusivo de quienes trabajamos en salud –nótese que no digo médicos, sino “quienes trabajamos en salud”– y esto incluye al mismo Ministro de Salud. Decisiones direccionadas desde un ministerio de economía, transporte, industria, infraestructura o comercio pueden y suelen tener mayor impacto en salud que las que salen de la propia cartera. La salud dejó de ser salud para convertirse en desarrollo. Un bien público, un bien de todos.
Esto, que es algo tan básico, parece ser aún desconocido en la Via Appia de Ginebra, donde tiene la sede la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El revuelo mundial causado por la declaración del vínculo entre consumo de carne procesada y cáncer provoco una ola de críticas y opiniones. No es la primera vez que OMS queda en el ojo de la tormenta (y el cuestionamiento) por anuncios de esta índole. Ocurrió con la crisis de la gripe A y el glifosato recientemente, y con las ya olvidadas conclusiones sobre las ondas provocadas por los teléfonos celulares. Fue, como se suele decir, poner la cara para el cachetazo. Pareciera ser un ejercicio de auto-flagelo que se repite periódicamente. Desde 2003, una cadena de desaciertos persigue a la institución bajo dirección de la muy cuestionada “sister” Margaret Chan, que tiene mandato hasta 2017. El rumbo se perdió desde entonces.
Sorprende que desde la propia OMS se genere el efecto inverso en uno de los temas clave de la salud pública
Una rápida mirada desde la salud pública y la gestión
En salud pública se entiende como riesgo la probabilidad que un evento ocurra. Si uno cruza a las 4 de la tarde y sin mirar a los lados la Av. 9 de julio un día de semana, es altamente probable que sufra un accidente. En cambio, si lo hace un día de huelga nacional, seguramente este riesgo sea menor. Al riesgo no escapa ninguna conducta humana.
Por otro lado, el desarrollo ha traído para la salud dos cambios fundamentales cuanto menos. Uno de ellos es el avance tecnológico, lo que presupone entre otras cosas la capacidad de detectar y curar problemas de salud que antes no se podía. La otra consecuencia es que vivimos más tiempo, hemos ganado en longevidad. Vivir más y tener mejores métodos de diagnóstico y cura -pero fundamentalmente de diagnóstico- hace que la probabilidad de detectar e identificar algún tipo de cáncer aumente a lo largo de nuestra vida. Así de sencillo.
Hace unos años, se publicó un paper donde se buscó medir intermediarios moleculares del stress oxidativo, esto es, los mecanismos que afectan el envejecimiento de las células. En una residencia de mayores, a un grupo de ellos se les reemplazo la ingesta de proteína por jamón ibérico, mientras que el grupo control continuó con las proteínas que formaban parte de su dieta habitual. Al cabo de un tiempo, el grupo intervenido con jamón mejoró de manera significativa sus valores, otorgando a este alimento el carácter de factor protector ante el stress. Evidencia pura y dura.
Hoy, a vista de las nuevas noticias parecería ser que debemos elegir entre el cáncer o el infarto
Hoy, a vista de las nuevas noticias parecería ser que debemos elegir entre el cáncer o el infarto. Así que, mientras decido, saldré a correr -ya que la actividad física es un factor de protección contra el cáncer de colon- y luego brindaré con una copa de tinto, un poco de jamón ibérico y un pan con aceite de oliva, elementos de la dieta mediterránea, esa misma que la OMS (y la evidencia) dice que prolonga la vida. Aunque contenga jamón, hoy incluido en las nuevas recomendaciones como cancerígeno. Después de todo no solo es cuestión de gestionar sino asumir riesgos. En eso va también la calidad de vida nuestra y de nuestros pacientes. En definitiva, no se metan con el jamón. Todos seremos fiambre.
Diego Bernardini es autor del blog Médico de Familia en Buena Vibra.
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