La receta parece un chiste pero es verdad: “Música clásica para mejorar la calidad de vida de los enfermos cardiovasculares”. Es la prescripción que dan los especialistas de la Fundación Española del Corazón a la luz de los últimos estudios científicos sobre los efectos de la musicoterapia en pacientes que tienen problemas cardiacos.
Hasta ahora la música clásica se había utilizado como método de relajación, pero recientes investigaciones han revelado que sus efectos terapéuticos van más allá: tiene la capacidad de modificar el ritmo cardiaco y de provocar beneficios sobre diferentes aspectos relacionados con la calidad de vida como el dolor, la vitalidad y la salud mental.
Cardiólogos españoles recetan música clásica a los enfermos del corazón
Diversas investigaciones han demostrado que el estrés prolongado incrementa el riesgo cardiovascular porque activa el sistema nervioso simpático, aumentando la presión arterial y la frecuencia cardiaca, liberando hormonas vasoconstrictoras y elevando la demanda de oxígeno del corazón.
El tratamiento con musicoterapia modifica el ritmo cardiaco y mejora la calidad de vida de quienes sufren angina de pecho
Un estudio publicado en International Journal of Clinical Medicine indica que escuchar música clásica dos veces al día durante un periodo de un mes aumenta la percepción de calidad de vida de quienes padecen angina de pecho en más de 20 puntos respecto a otros pacientes que no realizan audiciones musicales.
“La música tiene efectos sobre las emociones, que a su vez se traducen en cambios biológicos como la disminución de hormonas de estrés, la reducción de la frecuencia cardiaca o la reducción de la presión arterial”, asegura Regina Dalmau, cardióloga del Hospital Universitario La Paz de Madrid y miembro de la Fundación Española del Corazón.
Buscar cambios que reduzcan el estrés siempre tiene beneficios terapéuticos
Otro estudio publicado en febrero pasado, realizado en Ohio, demostró que la música puede provocar cambios significativos en la frecuencia cardiaca del corazón. Los investigadores sometieron a 24 alumnos de instituto a sesiones musicales de diferentes estilos y evaluaron su frecuencia cardiaca tras cada una de ellas. Así observaron que, que tras las audiciones de música clásica, se producía un descenso significativo de la misma, mientras que la frecuencia se incrementaba después de la sesión de rock o de la del género musical preferido por cada uno de los participantes.
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