En un mundo donde el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene más aceptación social y más reconocimiento legal, los opositores a esta posibilidad se aferran desesperadamente a la creencia de que los niños criados por parejas homosexuales terminan teniendo serios problemas de salud emocional y mental cuando se ven privados de uno de los padres de ambos sexos.
La mayor parte de la investigación simplemente no respalda esto. Y hay mucha investigación ya al respecto. Sin embargo, el debate persiste, por lo que este último estudio ahonda un poco más en el problema en un esfuerzo por aclarar argumentos persistentes.
Cómo ocurre con las ciencias humanas, el tema del bienestar infantil y la crianza entre personas del mismo sexo es increíblemente complejo. El tamaño de las muestras suele ser pequeño, y las encuestas censales a gran escala han comenzado recientemente a recopilar información que detalla explícitamente el modo en que se desarrolla la vida de estas personas y los resultados que implica.
De hecho, justamente por esto, algunos investigadores han criticado el rigor detrás de los estudios, dejando espacio para un debate continuo.
Y aunque la gran mayoría de los estudios sobre el tema del bienestar emocional y psicológico de los niños en hogares con padres del mismo sexo no tienden a identificar ningún impacto negativo, existen raras excepciones.
Un análisis de 2014 sobre el bienestar de más de 200,000 niños en los EE. UU. descubrió que los problemas emocionales eran al menos dos veces más prevalentes entre los hijos de padres del mismo sexo, aunque al final señalaron la relación biológica entre la descendencia y sus tutores más que ver con esto que los géneros de los padres.
Ahora, un equipo de investigadores ha analizado los datos de la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud de EE. UU. de 2013 a 2015, recopilando información sobre las dificultades emocionales y de salud mental de más de 21,000 niños de entre 4 a 17 años.
Si bien el estudio no mostró ningún indicio de un aumento de las dificultades emocionales o psicológicas entre los hijos de padres homosexuales, sí descubrieron que aquellos con padres bisexuales tenían puntajes en el cuestionario ligeramente más bajos.
Una causa probable pronto quedó clara. Una vez que los investigadores tomaron en cuenta el nivel de angustia psicológica de los padres, las diferencias desaparecieron.
En otras palabras, cualquier variación potencial en el bienestar mental de los niños fue probablemente el resultado de los desafíos que enfrentan los padres en una sociedad que estigmatiza su orientación sexual y las relaciones no tradicionales, y no como una consecuencia directa de sus sexualidades.
"A medida que las familias lésbicas, homosexuales y bisexuales se vuelven más visibles, los hallazgos refuerzan estudios previos que revelan que los niños criados en estas familias tienen un bienestar psicológico comparable al de los niños criados por padres heterosexuales", dice el investigador Jerel Calzo de la Escuela Universitaria de Graduados de Salud Pública del Estado de San Diego, California, Estados Unidos.
"Además, los resultados indican la necesidad de una inversión continua en estrategias para prevenir la discriminación basada en la orientación sexual y apoyar a los padres de minorías sexuales que pueden experimentar estrés minoritario".
El estudio es importante, no solo para proporcionar aún más evidencia que refuta las preocupaciones de que debemos "pensar en los niños", sino en sugerir que las consecuencias negativas son más probablemente el resultado del estigma en sí.
Sin duda, esta no será la última palabra sobre el asunto, ya que los grupos de datos sociales continúan creciendo y el debate público continúa hirviendo.
Por ahora podemos quedarnos con la conclusión de que una sociedad realmente preocupada por el bienestar de los niños debería ser más inclusiva y no menos.