Finlandia y su educación (sexual) en tiempos de despenalización del aborto

Cuando una mujer se enfrenta a la situación interrumpir un embarazo, ya está en el final de un camino que no debiera haber transitado nunca. Diego Bernardini, médico de familia, nos cuenta cómo se abordó este problema en una nación más joven que la nuestra.

Foto: Bigstock

Asistimos -una vez más- al debate sobre la despenalización del aborto en nuestro país. Un debate que ya se dio previamente en los últimos años. Estos días de fervorosa discusión social me encuentran por razones familiares en Finlandia, un país al que se lo toma como ejemplo por varios motivos, pero especialmente por su nivel de educación escolar que es de los mejores del mundo, por no decir el mejor.

Desde la distancia que me impone la visita asisto con curiosidad a este debate en Argentina, un país que, al contrario de Finlandia hoy, supo tener en su escuela pública una institución social de referencia.

La apuesta en la educación básica, el “building block” como lo llaman los anglosajones, es algo muy importante. Es una estrategia relevante, entre otras cosas, para la construcción de hábitos saludables que permitan personas sanas y productivas, que son quienes ayudarán al progreso de un país. Es lo que hizo Finlandia luego de la II Guerra Mundial para constituirse en una Nación de las más competitivas e igualitarias del mundo.

La evidencia muestra que las personas con mejor educación son las que suelen ser más sanas y vivir más; es parte de los llamados determinantes sociales y los médicos sabemos que la salud en su mayor parte viene determinada por el entorno social

Por eso, cuando el ex Ministro de Salud, Adolfo Rubinstein dijo que llegar a una situación de aborto es un fracaso cuando no hay educación ni se provee anticoncepción, sabía lo que decía.

Antes de Ministro, Rubinstein es médico de familia, y los médicos de familia somos los primeros que defendemos que la educación es el mejor recurso para la prevención.

La educación sexual forma parte de la educación que debe recibir todo estudiante de escuela primaria y sus objetivos están claramente señalados por UNESCO desde 2009. En ese año señaló que deben servir para aumentar el conocimiento y la comprensión, para explicar y clarificar sentimientos, valores y actitudes, pero también para desarrollar y fortalecer capacidades que ayuden a promover la reducción de las conductas de riesgo. Estas últimas llevan, por ejemplo, a embarazos no deseados y a contraer enfermedades de transmisión sexual.

En Finlandia la educación sexual fue introducida oficialmente en la curricula de las escuelas primarias en 1970

Para esto se logró la cooperación entre las escuelas, las autoridades ministeriales y la iglesia luterana, que adoptó una postura neutral. Los contenidos que se imparten son integrales y, en la actualidad, forman parte de los grados inferiores, a diferencia de épocas pasadas. Además, se han incrementado la cantidad de horas impartidas.

En este aspecto es probablemente el único país donde la educación sexual ha sido estudiada en dos censos escolares nacionales, en 2000 y 2006 en más de 330 escuelas.

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Cuando se habla de “educación sexual” –término oficial en este país- hoy Finlandia representa un modelo de avanzada en toda Europa. Este tipo de medidas tienen su impacto. Según el Reporte de Desigualdad de Género de las Naciones Unidas, que toma, entre otros indicadores, Tasa de Mortalidad Materna y Número de Embarazos Adolescentes, Finlandia presenta 3 por 100,000 y 6 por 1,000 casos respectivamente. Los valores en nuestro país son de 52 por 100,000 y 64 por 1,000 casos respectivamente.

Si prefiere compararlo con los Estados Unidos, aquí son 14 por 100,000 y 23 por 1,000 casos.

Una buena educación no solo ayuda a mejorar estos indicadores sino que previene muerte, dolor y sufrimiento

En Argentina hoy la primera causa de mortalidad materna son las complicaciones que provocan los abortos clandestinos. Aquellos a los que se ven obligados muchas mujeres, pero especialmente aquellas con menores niveles de educación y en condiciones de mayor pobreza o vulnerabilidad.

Se calcula que en Argentina se practican más de 400,000 abortos clandestinos al año, según datos propios del Ministerio de Salud. La situación es dramática por donde se la quiera ver.

En Finlandia la igualdad de género ha sido uno de los valores fundamentales desde que el país proclamó su independencia y está regido por la constitución. Está considerado el mejor país para ser madre y el segundo país en capital humano. Mucho de ello gracias al “building block” social que supone su programa de educación sexual, un componente clave cuando de prevención se trata.

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Considerar que nuestro país debatió -sin lograr un avance- por lo menos cinco veces en los últimos años la despenalización del aborto sugiere, cuanto menos, que es un tema pendiente, que nos preocupa y que como sociedad debemos resolver. Pero también es darnos cuenta que las cifras hablan de nuestra imposibilidad hasta el momento para resolver algo que en muchos otras países ya está resuelto.

Como el Ministro Rubinstein, soy de los que creen que un aborto es un fracaso donde la educación juega un rol determinante, pero también es un fracaso para la familia y la
mujer. Dos valores que muchos dicen defender sin siquiera sentarse a la mesa de dialogo que impone una sociedad madura, como ya hizo la finlandesa que tiene la mitad de historia como Nación que la nuestra.

Tenemos por sexta vez, en el último tiempo, la oportunidad de dialogar y resolver una situación que acarrea muerte, dolor y sufrimiento. Que no se nos escape.

 

  • Diego Bernardini es Doctor en Medicina, especialista en adultos mayores y envejecimiento. Es autor del espacio Mayores en Buena Vibra, y autor del libro “De Vuelta”
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