Los grandes pensadores de la antigüedad consideraban que solo los seres humanos reíamos, pero la ciencia ha demostrado a lo largo del tiempo que la risa se halla también en diferentes mamíferos, desde los roedores hasta los gorilas. Se trata de una señal muy importante de interacción social positiva. Es treinta veces más probable que nos riamos si estamos con alguien que si estamos solos.
Ahora bien, ¿por qué reímos? Es claro que no todos nos reímos de lo mismo, a algunos el humor negro les parece terrible y a otros les encanta; algunos se ríen de cuestiones más groseras y a otros les gusta el “humor inteligente”. Sin embargo, el humor nos atraviesa.
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Reconocidos investigadores explican que la risa surge cuando el cerebro se da cuenta de que ha cometido un error. ¿Cómo es ésto? El cerebro intenta todo el tiempo anticipar las situaciones, adelantarse a lo que puede suceder. Así, por ejemplo, calcula por dónde va a pasar un auto al cruzar la calle, lo que va a decir la persona con la que conversamos o cómo va a moverse el jugador del equipo oponente en un partido. Cuando en el procesamiento de esta información se genera una equivocación aparece como reacción la risa.
Las bromas juegan justamente con este mecanismo al plantear un final imprevisto: desarrollan un escenario determinado que conduce a una conclusión “tramposa” que va a ser rechazada en el remate. Entonces el cerebro cae en esa “trampa”, pero rápidamente advierte cierta incongruencia. Darse cuenta de que las expectativas que teníamos eran equivocadas desata sorpresa y, luego, la risa.
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Se considera que en la evolución se seleccionó el humor porque la emoción placentera que nos produce promueve la capacidad de hacer suposiciones, es decir, refuerza la habilidad de generar conjeturas y de inferir. Además, el humor nos permitió vivir en un mundo de información incompleta a partir de la cual tenemos que tomar decisiones rápidamente.
Se ha demostrado que la corteza frontal tiene un rol clave en este proceso junto con otras áreas cerebrales también relacionadas con la cognición social. Entre sus principales funciones se ocupa de incorporar y relacionar la información proveniente de nuestros sentidos y de funciones ejecutivas complejas como la planificación, el pensamiento abstracto, la toma de decisiones y la flexibilidad cognitiva.
El humor, además, al liberar dopamina, serotonina y endorfinas en el cerebro, genera placer, mejora nuestro estado de ánimo y reduce el estrés.
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