En el mundo, ya son conocidos por todos los efectos devastadores del cigarrillo sobre la salud. También, es sabido que existen en la actualidad distintas alternativas terapéuticas con el objeto de lograr la cesación tabáquica. Sin embargo, han proliferado al mismo tiempo nuevos productos y hábitos que se presentan como supuestas opciones menos nocivas, y la mayoría de los usuarios ignora sus potenciales riesgos.
El polémico cigarrillo electrónico, cuya utilidad no solo divide a la comunidad científica sino también a los estados, por sus marcos regulatorios
Pero, ¿cuándo y cómo comienza esta polémica?La Fundación Cardiológica Argentina (FCA), con el asesoramiento del Dr. Francisco José Toscano Quilon, médico cardiólogo, miembro de la FCA; y el Dr. Jorge Tartaglione, médico cardiólogo , presidente de la FCA nos acercan una serie de informes, estudios y datos para poner en claro el impacto de estos nuevos productos en la salud.
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Explican que entre 2003 y 2004 un farmacéutico chino desarrolla el primer cigarrillo electrónico tal como lo conocemos actualmente. Él lo patenta, lo fabrica y lo empieza a vender a Estados Unidos y algunos países de Europa.
El cigarrillo electrónico (también conocido como vaporizador, vapeador o su nombre en Inglés e-cigarette) consta de una batería y un atomizador. Este último es el recipiente de cristal o plástico transparente en donde se almacena el líquido que luego se transformará en vapor a su paso por una resistencia, y que inhalará el consumidor desde la boquilla del aparato. El líquido contiene sustancias aromatizantes, agua, alcohol, propilenglicol, glicerina vegetal y diferentes concentraciones de nicotina.
Controversia
El informe de la FCA aclara que su uso fue y es controvertido. Mientras que los defensores lo consideran una alternativa al cigarrillo tradicional y un buen método para dejar de fumar; los detractores lo conciben como un elemento nocivo para la salud (aunque menos que el cigarrillo), tanto para el “vapeador” activo como para el pasivo.
En la Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) reguló su utilización en 2011. En este sentido, indicó que "el cigarrillo electrónico no fue estudiado a fondo, así que no se conocen sus riesgos potenciales", por lo que preventivamente se evita su uso. Según la resolución publicada en el Boletín Oficial, se prohíbe la importación, distribución, comercialización y publicidad de estos productos; así como la venta de "todo tipo de accesorio" para este sistema (Disposición Nº 3226/11, ratificada en noviembre de 2016).
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Según consigna la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Argentina, Brasil, México, Panamá, Surinam y Uruguay prohíben la comercialización de los llamados "sistemas electrónicos de administración de nicotina" (SEAN); mientras Canadá y Chile los reglamentaron como "productos terapéuticos" y Costa Rica, Ecuador, Honduras y Jamaica los incluyen como productos de tabaco.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su “Conferencia de las Partes en el Convenio marco para el control del Tabaco” de noviembre de 2016, hace hincapié en los potenciales riesgos tóxicos y hasta cancerígenos de algunas sustancias detectadas en el vapor de este tipo de dispositivos. Al tiempo que enfatiza que el aerosol ajeno es una nueva fuente de contaminación del aire por partículas; y alerta que estos productos son más accesibles y agradables para jóvenes y hasta niños.
También advierte sobre la posibilidad de que las mismas tabacaleras estén detrás de la venta de cigarrillos electrónicos y productos asociados
En este sentido, recientemente se conoció que la empresa Philip Morris International (PMI) busca reemplazar el negocio del cigarrillo por productos libres de humo y lograr normativas que le permitan informar las evidencias de que son potencialmente menos dañinos. De hecho, la compañía estima que de los 1.000 millones de fumadores que hay en el mundo, alrededor de 5 millones ya se han pasado a estas opciones, según ellos, "potencialmente menos nocivas".
¿Solución o nuevo riesgo?
Pero, ¿cuánto hay de cierto en los efectos “menos nocivos” de este tipo de productos libres de humo? ¿Son en verdad una alternativa para resolver el problema del tabaquismo?
La OMS ha mostrado cautela pero no ha logrado un consenso para una recomendación normativa ante la falta de evidencia concluyente sobre sus efectos. Es una realidad que el impacto del cigarrillo electrónico en la salud aun no es bien conocido, ya que es muy heterogéneo su diseño funcional y la composición del líquido que se vaporiza.
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Por estos motivos, desde la Fundación Cardiológica Argentina sostienen que debe considerarse como un elemento de “riesgo” para el fumador pasivo, ya que aún se desconoce la real potencialidad tóxica del vapor exhalado. Asimismo, si bien es menos dañino que el cigarrillo convencional, no puede calificarse hoy como una alternativa saludable para reemplazar el hábito tabáquico.
Dentro de los muchos esquemas terapéuticos con los que hoy contamos para dejar de fumar, podemos incluir al cigarrillo electrónico como una estrategia de corto plazo, no exenta de riesgo, que debe asociarse con otras medidas higiénico dietéticas, ejercicio y apoyo psicológico en caso de ser necesario.
Moda peligrosa
En tanto, un sondeo realizado por el Centro de Investigaciones de Enfermedades No Transmisibles (CIENTA) en Buenos Aires alertó en 2016 de un incremento del uso de narguile o “pipa de agua”, en especial entre los jóvenes.
El trabajo llevado a cabo sobre más de 1.700 estudiantes universitarios de la Ciudad de Buenos Aires reflejó que casi 1 de cada 3 (27%) había fumado en pipa de agua al menos una vez, mientras que entre los fumadores ese valor trepaba al 40%. Cuando se les preguntó si fumar con pipa de agua era perjudicial para la salud, casi 3 de cada 10 (29%) respondieron negativamente, y 1 de cada 4 (39%) consideraba que representa menos riesgo que el consumo de cigarrillos convencionales.
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También llamada ‘Shisha o Narguile’, la pipa de agua es una estructura formada por una parte superior en la que se coloca tabaco, sustancias saborizantes o aditivos; un conducto por el que circula el humo; la base que contiene agua expuesta al fuego o carbón, y una manguera o tubo de aspiración.
Según la OMS, fumar en pipa de agua implica un consumo de tabaco mayor al que suele producirse cuando se fuma un cigarrillo. El fumador de cigarrillos suele pitar entre 8 y 12 veces durante unos 5 a 7 minutos e inhala entre 0,5 y 0,7 litros de humo, mientras que un fumador de pipa de agua realiza entre 50 y 200 pitadas en un lapso de entre 20 y 80 minutos e ingiere entre 0,15 y 1 litro de humo por pitada. Es decir que, en una sesión, el fumador de pipa de agua inhala el equivalente a 100 cigarrillos (o más).
La entidad sanitaria internacional también subraya que fumar tabaco en pipa de agua es un riesgo potencial para la salud tanto del usuario como de aquellos expuestos al humo. “Aun después de estar en contacto con el agua, el humo que genera la pipa contiene elevados niveles de compuestos tóxicos como monóxido de carbono, metales pesados y productos químicos cancerígenos”, detalla la OMS.
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“El humo de segunda mano de la pipa de agua es una mezcla de humo de tabaco y humo de combustión. Por consiguiente, es altamente peligroso para la salud”, añade, para luego concluir: “No hay evidencia de que el uso de dispositivos o accesorios para pipa de agua mitigue el efecto nocivo del tabaquismo”.
El tabaco mata a casi 6 millones de personas cada año en el mundo, un millón de ellas en América. Por eso, en el marco del Día Mundial sin Tabaco, que se celebra el 31 de mayo, desde la Fundación Cardiológica Argentina queremos sensibilizar a la comunidad sobre esta problemática de magnitud mundial por su impacto como factor de riesgo cardiovascular, entre otras enfermedades.
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