El consumo de tabaco es, sin lugar a dudas, la causa principal de enfermedad prevenible, como así también de discapacidad y muerte en el mundo entero. El 50% de los fumadores mueren de una enfermedad relacionada con este hábito y ven disminuida su expectativa de vida entre 10 a 15 años en relación a la población general.
La mayoría de las veces asociamos el consumo del tabaco solo con el cáncer de pulmón o las vías que conducen el humo, pero sus efectos y el de los elementos vehiculizados por él afectan todo nuestro organismo, potenciando y acelerando la obstrucción tanto de las arterias coronarias como de todo el árbol circulatorio (disfunción endotelial), causando infarto de miocardio y accidente cerebrovascular; afectando y destruyendo la estructura de la unidad funcional del pulmón (alvéolo pulmonar), que es donde se produce el intercambio gaseoso/respiración; causando enfisema y generando un proceso de inflamación crónica de las vías de conducción del aire, causando bronquitis crónica.
Estos hechos nos deben hace pensar seriamente en interrumpir de forma definitiva este hábito tan dañino. ¿Cómo dejar de fumar, entonces? No existen recetas mágicas y tratamientos 100% efectivos, dado que cada individuo reacciona de forma diferente. Pero no cabe duda de que el enfoque terapéutico debe estar orientado a manejar este problema como una adicción, porque obviar los efectos adictivos de las sustancias que son adicionadas al cigarrillo para fomentar su consumo es condenar el tratamiento al fracaso.
El enfoque terapéutico debe estar orientado a manejar el problema como una adicción. obviar los efectos adictivos de las sustancias es condenar el tratamiento al fracaso
El principal enfoque se basa en el “cambio de hábitos”. Los hábitos son todas aquellas maneras de actuar que adquirimos por repetición de las mismas de forma regular; por lo tanto, es clave comenzar a realizar actividades saludables, para que éstas con el paso del tiempo se convertirán en hábitos saludables.
Existen 3 aspectos básicos a tener en cuenta:
1. La alimentación es un pilar fundamental para mantener la salud. No solo contribuye a controlar el peso: además, cuando nuestra dieta es equilibrada nos proporciona un estado de placer o satisfacción y previene la aparición de sintomatología indeseable, como son las alteraciones del tránsito intestinal por ausencia o insuficiente ingesta de fibra dietaria, incómodas ectasias venosas (hemorroides, varices) inducidas también por el consumo excesivo de picantes y condimentos, etc. Una consulta con un especialista en la materia nos puede ayudar a ordenar y armar una conducta alimentaria saludable.
2. El enfoque psicológico es casi una necesidad, dado que los grandes fumadores por lo general tienen personalidades adictivas y el consumo del tabaco es solo uno de los tantos hábitos de consumo. En estos individuos se hace necesario el uso de psicofármacos que facilitan el control de la sintomatología relacionada con la abstinencia.
3. La práctica de ejercicio de forma regular, al igual que el primer punto, favorece a controlar el peso y varios factores de riesgo cardiovascular. Pero, además, un efecto terapéutico del ejercicio es la liberación de sustancias llamadas endorfinas, que generan una sensación de bienestar que no solo contribuye a la adherencia a esta actividad sino que también facilita el control de los síntomas de abstinencia al tabaco, mejora el rendimiento y respuesta al ejercicio mejorando la capacidad respiratoria.
Debemos entender que, como adultos, representamos el ejemplo a seguir de nuestros hijos, y que nuestras acciones condicionan y en muchos casos determinan el comportamiento por repetición de los niños. Dejar de fumar representa un compromiso no solo para nuestro beneficio sino también el de las generaciones futuras.
Por: Dr. Gustavo O. Saccher. Medico Cardiólogo.
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