El pasado 24 de agosto se realizó una movilización de apoyo al actual Gobierno que finalizó con una concentración en la Plaza de Mayo. Una manifestación que, en el marco de un Estado republicano, no debería tener más criticas que las vinculadas a tendencias ideológicas de quienes participan de ella por acción u omisión. Sin embargo, lo que llamó mi atención fue que gran parte de la crítica hacia quienes participaron se enraizaba en la cuestión de la edad. Se dijo que quienes habían participado eran “viejos y viejas”, “ancianos”, “personas mayores”. Un tipo de discriminación muy usual, pero inédita hasta ahora en relación a una manifestación de carácter político.
Podría ser curioso y hasta divertido tachar de esta manera a quienes –en parte y no excluyente– fueron protagonistas de la marcha. En un análisis más profundo me pareció patético, un reflejo de ignorancia mayúscula. ¿Acaso una nueva grieta asoma en el horizonte argentino?
Podés leer: De qué hablamos cuando hablamos de “nueva longevidad”
Veamos con más detalle la situación de las personas mayores en un contexto demográfico y político. En principio, Argentina es un país demográficamente envejecido, en términos técnicos se encuentra en una etapa de envejecimiento avanzada.
Según las proyecciones del INDEC en 2018 los mayores de 50 años éramos más de 10 millones de personas, de estos cerca de 6,5 millones son mayores de 60 años. Es un fenómeno que no solo ocurre aquí sino que es global. Las personas mayores hoy no son solo el mayor mercado emergente del mundo sino el menos comprendido y el menos estudiado.
Se estima que el consumo de los mayores equivale al tercer volumen económico luego de EE.UU. y China, por lo que es de esperar que la influencia de las personas mayores se hará sentir en todas las dimensiones sociales de esta primera mitad del siglo XXI, entre ellas el voto y la gobernabilidad. Sentido común.
La evidencia muestra cómo este segmento de la población fue decisivo en el voto que colocó a Donald Trump en la presidencia del país mas poderoso del mundo. En EE.UU, los mayores de 50 años son el 45% del electorado y en un 53% apoyaron al candidato republicano. En el caso del Brexit ocurrió algo similar, donde los mayores de 65 años votaron en un 69% la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Podés leer: Cuándo nos volvemos personas mayores y porqué la edad ya es un dato poco confiable
También hay datos de España, donde los mayores suelen apoyar al partido “conservador” como es el Partido Popular, sino que se reparten mayoritariamente entre los dos partidos más tradicionales, el Popular y el Socialista. La edad parecería ser que nos confronta con la diada “Conservadurismo vs. Progreso”; razones (o evidencia) no faltan.
Volvamos a Argentina. Los que tacharon de viejos y viejas de Buenos Aires a quienes marcharon el domingo 24 en parte tienen razón. No solo Argentina es un país envejecido sino que la ciudad de Buenos Aires es el núcleo de mayor grado de envejecimiento del país.
Digo que en parte tuvieron razón porque al etiquetarlos no hacen más que esconder e ignorar una realidad. Las personas mayores serán el grupo demográfico de mayor crecimiento en los próximos treinta años y, lo más interesante, es que según un estudio de 2015 más del 70% de los mayores de 60 años concurren a votar. Signo de la nueva longevidad que vive el mundo con adultos mayores cada vez más protagonistas.
Más de seis millones de votos que no son de nadie -como todos los votos- les pertenecen a ellos, a las personas mayores. Un grupo de la sociedad de los que pocos se acuerdan y al que muy pocos políticos les hablan sea cual fuere su signo partidario
Personas que en su conjunto sufrieron y sufren la más común de todas las discriminaciones, el edadismo, la discriminación por edad. Algo mucho mas
frecuente que la que se sufre por género, color de piel o creencia religiosa.
Podés leer: 60 años no es nada: la tercera edad vuelve a retrasarse veinte años
Una discriminación que si no logramos que se visualice y se concientice sufriremos todos en mayor o menor medida porque en esta época la nueva longevidad es la regla. Aunque pareciera ser que ni los políticos ni la sociedad se dio cuenta de ello.
Hagamos que la verdadera grieta, la del edadismo, sea cada día menor porque a la vista está que los mayores harán que a la fuerza (o con su voto) nos enteremos. ¿Se imagina si esos más de 6 millones de votos se organizan? Al parecer, a algunos ya les dio temor solo pensarlo.
- Diego Bernardini es médico, especialista en adultos mayores y envejecimiento. Es autor del espacio Nueva Longevidad en Buena Vibra, del libro “De Vuelta”.
Te puede interesar:
- A envejecer, se aprende: las lecciones de los que están “de vuelta”
- Por qué los adultos mayores deben hacer ejercicios con pesas
- La maratón de la vida: por qué es clave repensar y re-llenar últimos tramos
- “Debo acostumbrarme a esta soledad”: la carta de una abuela conmueve e invitar a pensar
- Estar triste y sentirse solo no es parte de la vejez: los desafíos de la nueva longevidad
- ¿Los 65 de ahora son los 55 de antes? La edad biológica en la nueva longevidad
- Post 60, el futuro es largo: por qué es clave aprender a envejecer
- El sexo en tiempos de nueva longevidad: el placer en los adultos mayores
- 60 años no es nada: la tercera edad vuelve a retrasarse veinte años