Cuando tenía 15 años fumé un porro. Era como cualquier otro porro que hubiera fumado: finito, relleno con marihuana mezclada con tabaco y armado con cuidado por un amigo. La única diferencia es que después de este porro terminé en observación psiquiátrica.
Podés leer: El porro no hace nada: la carta que millones comparten en el mundo
Era un fin de semana corriente, yo había decidido invitar diez amigos igual de adolescentes que yo a tomar unas cervezas y fumar marihuana (a diez metros de mis pobres e inocentes padres). Muy pronto, estaba inhalando profundamente, lista para hundirme en la familiar y feliz idiotez de estar drogada. Pero eso no fue lo que sucedió.
Estaba inhalando profundamente, lista para hundirme en la familiar y feliz idiotez de estar drogada. Pero eso no fue lo que sucedió.
En su lugar, comencé a comportarme de manera muy extraña, asustando a todos los que estaban conmigo. Mi sentido de la realidad estaba cambiando a tal punto que sentía que estaba despertando de un sueño cada pocos segundos. No cualquier sueño sino el tipo de sueño matutino del que te levantas para ir a la ducha, solo para darte cuenta de que todavía estás en la cama y en realidad no te habías levantado para bañarte.
Podés leer: Cómo saber si tu hijo tiene problemas con el alcohol: consejos para padres
A mis amigos, que estaban cada vez más confundidos, comencé a verlos como criminales peligrosos que habían ingresado de manera inexplicable a mi casa. Ahí fue cuando comenzó el proceso de disociación extrema y me convertí en lo que muchos especialistas llamarían “un desastre total”.
A mis amigos, que estaban cada vez más confundidos, comencé a verlos como criminales peligrosos que habían ingresado de manera inexplicable a mi casa
Al principio, pude darme cuenta de que mi cabeza me estaba jugando una mala pasada. Pero, cuanto más me involucré con mis ilusiones, perdí toda conciencia de mi misma y el terror me consumió por completo. Tenía miedo del pánico que se había generado a mi alrededor mientras temía por lo que iban a hacerme los “criminales” que me rodeaban.
Hasta el día de hoy, mi mejor amiga repite que estaba en otra dimensión pero que por algún motivo recitar el abecedario de atrás para adelante me calmaba. Seguimos sin entender por qué.
Leé también: Marihuana y corazón: revelan que aumenta el riesgo de infarto y ACV
En algún momento entre los chillidos, mientras me retiraba a mi cuarto y mis desconcertados amigos abandonaban la casa, mis humillados padres vinieron al rescate. Al examinar la escena, me metieron en el auto y me llevaron al hospital.
Lo que no sabía hasta este momento (y de lo que quizás debería haber tenido conocimiento antes) era de la existencia de una predisposición genética hacia la esquizofrenia en la familia de mi madre.
La esquizofrenia es una enfermedad mental amplia caracterizada por dos grupos de síntomas denominados como "positivos" y "negativos". Estos incluyen delirios y alucinaciones (psicosis), apatía, paranoia, habla incoherente, falta de respuesta emocional y aislamiento social.
No recuerdo mucho de esa noche en el hospital; lo que queda son imágenes de pacientes de trauma circulando en camillas y el sonido de mi padre expresando en voz alta su angustia a médicos y enfermeras. Sin embargo, quedó impresa en mi memoria la voz del psiquiatra insistiendo en que con una historia familiar como la mía, el porro quedaba fuera del menú permanentemente.
Un gran número de estudios médicos han documentado el vínculo existente entre la marihuana con la psicosis
Un gran número de estudios médicos han documentado el vínculo existente entre la marihuana con la psicosis. Ha habido hallazgos consistentes que vinculan el consumo de esta hierba con la aparición de síntomas psicóticos.
David Castle, profesor y presidente de Psiquiatría de la Universidad de Melbourne y destacado investigador de cannabis, dice que "no hay duda" de que el cannabis puede causar psicosis.
"El cannabis, la dopamina, las anfetaminas o la privación sensorial pueden causar alucinación o ideas paranoides", dice Castle, aunque insiste en que cada persona tiene susceptibilidad diferente dependiendo de su composición genética única y su exposición a factores estresantes como el trauma.
Además leé: Loco un poco; ¿Nada más? Por qué la marihuana no es inocua
Mi historia familiar indudablemente aumentaba mi vulnerabilidad. Sin embargo, el interrogante acerca de si la marihuana puede causar esquizofrenia en personas "normales", sin predisposición genética, genera polémica. La dificultad logística de los estudios a largo plazo, la superposición de genes que predisponen a las personas a fumar porro y desarrollar esquizofrenia, y el hecho de que las personas con los primeros síntomas de la esquizofrenia a menudo recurren a la marihuana son factores que dificultan establecer un sentido de la causalidad.
Si eliminaramos el cannabis de la faz de la tierra, es posible que el cinco por ciento de la población que desarrolla esquizofrenia ya no lo hiciera
Castle considera que existe un pequeño nexo causal entre el porro y el desencadenamiento de la esquizofrenia. "Si elimináramos el cannabis de la faz de la tierra, es posible que el cinco por ciento de la población que desarrolla esquizofrenia ya no lo hiciera".
En mi caso, la causalidad es más fácil de determinar. Si hubiera seguido fumando marihuana, es muy probable que hubiera desarrollado una enfermedad mental crónica. "Sería como si tuvieras un historial familiar muy marcado de diabetes", explica Castle. "Sería tonto abusar demasiado del azúcar".
También podés leer: Qué es el síndrome de abstinencia: síntomas y riesgos
El terror de experimentar otro episodio psicótico como ese me mantuvo lejos de la marihuana desde entonces. Pero creo que tuve mucha suerte: por un lado, recibí una intervención inmediata y profesional consciente de mis vulnerabilidades genéticas. Otros no pueden darse ese lujo. También soy afortunada por la familia que me tocó porque literalmente nunca me han obligado a hablar sobre el incidente otra vez.
*La carta fue publicada originalmente por Simone Banks en Broadly.