Si bien el uso de drogas recreativas en contextos sexuales no es nuevo, una nueva moda se está imponiendo. Se trata del chemsex, una modalidad que se centra en el uso de determinadas sustancias (especialmente mefedrona, metanfetamina y GHB) para aguantar largas sesiones de sexo que pueden durar días.
Esta práctica en principio avanzó en el colectivo gay, según informaron diferentes organizaciones de salud, y ahora está atravesando todo tipo de parejas y encuentros sexuales, apoyadas en las aplicaciones de citas.
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Que es el "chemsex", la peligrosa práctica sexual que preocupa a los médicos
El chemsex es el consumo de drogas para facilitar o intensificar la actividad sexual. Sociológicamente, se refiere a una subcultura de usuarios de drogas recreativas que participan en actividades sexuales de alto riesgo bajo la influencia de drogas dentro de los subgrupos.
A tal punto llegan las consecuencias de esta moda que los médicos de Gran Bretaña y España han manifestado en varias oportunidades sus temores por un posible repunte en las tasas de enfermedades de transmisión sexual entre los jóvenes.
Hasta 72 horas de sexo y drogas sin parar, ni siquiera para comer o para dormir.
En la British Medical Journal, un editorial explica este polémico fenómeno, en donde "Chemsex" -proveniente del inglés "chemical sex" (sexo químico- ganó popularidad por ser una tendencia que dejó de ser minoritaria en Europa y que ha saltado desde Reino Unido al resto de países del continente.
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La combinación de estas drogas permite aguantar las fiestas sexuales, pero deja a los participantes en un estado de semiinconsciencia que reduce la percepción de riesgo. De hecho, el Ayuntamiento de Barcelona abordará los peligros de esta práctica dentro del Plan de Drogas municipal, pues tiene riesgos importantes: puede extender las infecciones de transmisión sexual (ITS) y generar dependencia a sustancias tóxicas.
Las 3 drogas más usadas en este tipo de encuentros son: mefedrona, la metanfetamina de cristal y el GHB (hidroxibutirato)/GBL (butirolactona), conocidas como tina y G.
Quienes quieren que la emoción sea todavía mayor, recurren al “slam/ slaming”, una técnica que consiste en inyectarse la mefedrona para que el efecto sea más rápido. Claro que nuevamente el intercambio de jeringas facilita la propagación de ITS.
La motivación principal del consumo de sustancias como las metanfetaminas (entre ellas, las catinonas, la más conocida de las cuales se denomina “tina” en el argot) es, en este caso, aumentar la duración de las prácticas sexuales y las sensaciones percibidas gracias al consumo.
La intoxicación favorece la desinhibición y al mismo tiempo facilita la superación ficticia de algunas dificultades personales: baja autoestima, malestar emocional, percepción devaluada de la autoimagen corporal, estigma asociado a tener el VIH o no aceptación de la orientación sexual. En ocasiones, puede relacionarse también con haber vivido situaciones vitales adversas, como abusos sexuales en la infancia.
Promiscuidad y riesgo: aliados del chemsex
Un estudio de BCN Checkpoint, organización que diagnostica el 40% de los casos de VIH en Cataluña, destaca el consumo de hasta nueve sustancias en estas orgías: poppers, marihuana, cocaína, éxtasis, GHB, anfetaminas, metanfetamina, ketamina y mefedrona.
Las apps de citas, con la facilidad que aportan para buscar parejas sexuales, tienen un papel importante en esta explosión de relaciones con desconocidos y bajo el efecto de las drogas. Y, paralelo a este fenómeno, se ha producido una relajación generalizada en toda la sociedad del uso del preservativo. “Se nos ha olvidado por completo. Ya no tenemos miedo a las infecciones y enfermedades de transmisión sexual: como podemos prevenir el VIH, las otras se nos olvidan. Pero la sífilis, la gonorrea… no les tenemos respeto”, coinciden los médicos.
Respecto a la salud mental, el consumo simultáneo de diferentes sustancias con efectos a menudo contrapuestos aumenta el riesgo de toxicidad aguda (psicosis paranoide, estupor, arritmias, etc.) y, de forma crónica, se asocia a diversos problemas psicológicos y psiquiátricos. También aumenta considerablemente el riesgo de padecer infecciones de transmisión sexual, puesto que la desinhibición contribuye a descuidar los métodos de prevención. En los portadores del VIH, la existencia de problemas derivados del chemsex puede influir en la adhesión al tratamiento antirretroviral u otros tratamientos médicos.
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