"A mí no me pasa nada con eso, al contrario, me desagrada, me saca las ganas, me pone de pésimo humor. En principio, no veo la necesidad, y si la hay estamos en el horno… Quiere decir que no somos estímulo suficiente entre nosotros dos. Por otra parte, me enferma que él se erotice con esas minas que aparecen en esas películas, y mucho peor cuando se excitan entre ellas, ¡un espanto!
Además, no me digas que no está todo trucado. A mí me contaron que son cuestiones de cámara, lentes y esas cosas, y ni decir que les hacen tomar kilos de Viagra y todo tipo de pastillas para que aguanten más… Y mejor no me meto con el tema ideológico y social: esas pobres minas están sometidas y esclavizadas para ganarse unos pesos. Es un tema jodido, ¿viste? Eso hay que tenerlo en cuenta. Hay abuso, la mujer siempre aparece dominada en el acto sexual y se espera que, además, esté contenta… ¿Qué se piensan los tipos? ¿Creen que somos como animales? No lo tolero. ¿Y el amor en el sexo?
El amor pasa a un segundo plano en estas películas, se reduce a la genitalidad y listo. Cuando veo a mi pareja enganchado en la compu mirando porno por Internet me provoca una mezcla de asco y de pena enormes. Le pregunto: ¿No te alcanzo? ¿No te soy suficiente? Y al rato lo miro con desprecio y le digo eso que se imaginan… Y más: te quedaste en la pubertad, no llegaste ni siquiera a la adolescencia. Además, hay cosas más importantes en una pareja, en un matrimonio, cosas mucho más valiosas y sanas. Porque es un poco enfermizo esto del porno…".
Este podría ser un discurso típico del modelo femenino mitificado y cristalizado según las expectativas culturales que se nos adjudican. Este concepto se apoya en el hecho de que la tendencia erótica del varón se asienta, -presos de su anatomía- en la respuesta ante determinados disparadores externos, (principalmente olfativos, visuales o auditivos) o internos (las fantasías sexuales), mientras que supone a las mujeres asociadas a un erotismo ligado a la ternura y la amorosidad. Esta posición ideológica relega el tránsito por franjas eróticas más amplias y expandidas a las mujeres que están fuera del sistema aceptado: léase, las prostitutas.
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Así como muchas de las diferencias sociales y culturales se han transformado y derribado a partir del inmenso desarrollo de nuestro género en las últimas décadas, también el abordaje de la sexualidad y las posibilidades otorgadas a nuestro deseo se han ampliado.
Estos cambios no anulan las diferencias sino las desigualdades y permiten sumar e integrar los recursos eróticos de ambos géneros. Así como el varón ha podido desarrollar su potencial amatorio -gracias al derecho de las mujeres de expresar las formas de su deseo- y hoy se permite disfrutar del prólogo erótico amoroso y de ese modo desatarse de su formato genital, también las mujeres estamos pudiendo permitirnos develar nuestros prejuicios, jugar con nuestra imaginación y sumergirnos en el juego que propone la pornografía como recurso sexual.
La pornografía actual está mostrando algo que antes sólo existía en el clandestino mundo masculino de prostitutas y amantes. Nunca con la mujer de su casa. Ahora, ellas también se atreven a habilitar los mismos permisos en su sexualidad. El tiempo pasó, el intercambio de roles se profundizó y, por qué no, esa indiscreción tan femenina se nos volvió inevitable, haciendo que husmeáramos otros mundos.
Si bien las películas porno clásicas mantienen el formato elemental de "macho montando a la hembra", sobreexhibición del pene, acentuación en primer plano de las zonas erógenas genitales (senos, glúteos, vulva)", la inclusión de la mujer como consumidora generó cambios en el diseño de las mismas. Hoy nos encontramos con pornos más elaboradas, con mayor contenido argumentativo y cierto desarrollo estético que suma al producto de manera significativa.
En síntesis… En la sexualidad, todo lo que sume al objetivo del placer mutuo en tanto no afecte negativamente a ninguno de los integrantes de la pareja, todo lo que alimente el "nosotros" vincular, todo lo que expanda y libere, todo lo que enfrente la tendencia cultural a constreñirnos eróticamente, será siempre bienvenido.
- Por la licenciada Adriana Arias, psicóloga y sexóloga, co-autora de los libros Locas y Fuertes y Bichos y Bichas del Cortejo, junto a Cristina Lobaiza (Del Nuevo Extremo).
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