Todos sabemos, o hemos escuchado, que ciertas heridas en la infancia dejan huellas para siempre. Que los niños pasan situaciones muy duras suelen quedar marcados de por vida. Pero, en general, entendíamos que era algo vinculado a las emociones, al psiquismo. Ahora, un estudio demostró que sufrir momentos persistentes de estrés o angustia en los primeros años de vida puede dañar la salud del corazón desde la infancia.
La investigación fue realizada por el departamento de Ciencias Sociales y de la Conducta de la Facultad de Salud Pública de Harvard, y publicada en la revista Journal of the American College of Cardiology (JACC). Según sus conclusiones, "vivir durante los primeros años de vida situaciones de angustia persistente se asocia con mayor riesgo cardiovascular".
El sufrimiento psíquico intenso o persistente en los primeros años de vida aumenta el riesgo cardiovascular en la vida adulta
"Este estudio apoya la creciente evidencia de que el sufrimiento psicológico contribuye a tener un mayor riesgo cardiovascular y de enfermedad metabólica, y que puede iniciarse relativamente pronto en la vida", explicaron los autores del estudio.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron los datos sobre estrés y salud mental de 6.714 participantes del estudio British Birth Cohort Study, iniciado en 1958 y continuado durante 47 años.
Los investigadores encontraron que el riesgo de las personas que habían pasado por experiencias muy angustiosas ya de adultos no era diferente al de aquellas que habían pasado por momentos poco angustiosos a lo largo de su vida. Sin embargo, aquellos participantes que habían sufrido una angustia persistente en su infancia o quienes prolongaban este problema en su etapa adulta tenían un riesgo significativamente más alto, incluso después de considerar otros factores.
"Aunque los efectos del estrés en la infancia en el riesgo cardiometabólico parecieron mitigarse un poco si la angustia se reducía en la etapa adulta, no desaparecieron", subrayan los autores. "Esto pone de relieve el impacto potencialmente duradero de una situación estresante en la infancia en la salud física del adulto".
El estudio reveló que "es cada vez más evidente que la adversidad en el entorno social del niño aumenta la probabilidad de desarrollar altos niveles de angustia. Por lo tanto, las estrategias de prevención y de intervención temprana centradas no sólo en el niño, sino también en sus circunstancias sociales, pueden ser una forma efectiva de reducir los duraderos efectos nocivos de la angustia".
Hay dos mecanismos, directos o indirectos, que podrían explicar esta asociación. Por un lado, la angustia, o una depresión, podría conducir a conductas menos sanas, como fumar o inactividad física. Por otro lado, los problemas psicológicos tienen un impacto biológico más directo en la salud, al alterar mecanismos neuroendocrinos relacionados con la respuesta al estrés, que pueden conducir a un efecto deletéreo en procesos relacionados con el funcionamiento cardiovascular, incluidos el funcionamiento del sistema inmune, la tensión arterial y el metabolismo lipídico.
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