Cuándo nos volvemos personas mayores y por qué la edad ya es un dato poco confiable

La edad cronológica no es un marcador confiable de los cambios que se suceden durante el proceso de envejecimiento.

En nuestra vida diaria cada uno de nosotros guardamos en nuestra memoria momentos que han sido como un “parte olas”. Un antes y un después. Son indicadores que algo ocurre en nuestra imagen en relación con el mundo externo. Uno de estos “antes y después” es el momento en que nos han preguntado en un colectivo “¿Desciende señor?” “¿Desciende señora?” Todos hemos quedado impactados por un cambio que en ese momento se hizo realidad. Sin embargo, esa imagen que damos hacia fuera pocas veces se corresponde con la que tenemos para dentro de nosotros mismos.

Los tiempos han cambiado, los roles y actividades también, y por eso cada vez suena más frecuencia la pregunta sobre "cuándo nos volvemos mayores”

Por un lado, existen los “indicadores administrativos”, como el caso de las Naciones Unidas, que consideran que un adulto mayor es toda persona mayor de 60 años; por otro lado, están las edades propias del retiro o jubilación que imponen los gobiernos, o aquellas que establecen los museos o transportes públicos para optar por un descuento o tarifa de privilegio.

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En salud, quienes nos especializamos en el curso de vida y personas mayores, sabemos que la variable a considerar es la funcionalidad. Esto es el grado de independencia para las actividades que se requieren para una vida autónoma, como es el aseo, el vestido o la preparación de la alimentación.

El gran cambio en la calidad de vida de los adultos mayores se produce al momento de no valerse por ellos mismos para estas tareas, lo que implica comenzar a depender de un tercero

Eso es lo que la evidencia científica refleja en muchas partes del mundo. Es parte de lo que recibí de los propios mayores durante mi investigación para mi tesis doctoral en Salamanca, España. Al preguntarles cuál es la diferencia entre ser una persona mayor y “ponerse viejo” la respuesta fue unánime: no poder valerse por sí mismo.

Por ello, cuando hablamos de personas mayores o del proceso de envejecimiento que se está dando en nuestra población, debemos comprender que importa por su magnitud, porque encierra una complejidad frente a la manera en que modificará nuestra sociedad y la forma en que vivimos. Pero, además, es relevante porque requiere de un abordaje diferente por parte de los profesionales de salud y del sistema sanitario al que pertenecen.

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El mundo envejece y Argentina no es la excepción. En la ciudad de Buenos Aires, más de uno de cada cinco de sus habitantes es mayor a 60 años, lo que representa casi el 22% de sus habitantes. Otros territorios que exceden el 14% de mayores de 60 años son la Provincia de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos y Santa Fe.

Al mismo tiempo, según el Global Age Watch Index 2015, a una persona que en Argentina llega a los 60 años, le quedan –en términos estadísticos - 21 años de sobrevida, de los que 16,6 aproximadamente serán de “buena calidad”. El resto seguramente se viva con algún grado de dependencia.

Envejecer es un proceso intrínseco, progresivo y universal condicionado por múltiples factores. Y es un proceso asincrónico, ya que no todas las funciones envejecen simultáneamente

No sigue una línea única que lo explique. En estas circunstancias, se hace obligado entender que la edad cronológica no es un marcador confiable de los cambios que se suceden durante el proceso de envejecimiento. El transcurrir de la vida está condicionado por las ventajas, desventajas y oportunidades que han tenido a lo largo de su vida las personas. Por eso, cada vez nos resulta más familiar escuchar “los 70 de hoy, son los 60 de antes”.

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Es muy robusta la evidencia que nos muestra que las personas han extendido su expectativa de vida, pero vivir más años no significa siempre que se vivan con calidad.

La vejez se puede vivir desde la plenitud o desde la dependencia, por ello, la valoración del estado de salud del adulto mayor debe sustentarse en su funcionalidad y en su grado de participación social

No hay una “típica” persona mayor. Envejecer excede la dimensión biológica. Vejez hay tantas como personas mayores. Será bueno que lo entendamos como personas, como médicos y como sociedad. Será mejor para todos.

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