Se acerca la entrada del Sol en el signo de las balanzas, el signo de las relaciones y de la pareja: Libra. Y, asímismo, con este ingreso y el Equinoccio de Primavera llegando al hemisferio Sur, se activan heridas del plano amoroso y afectivo, muchas de ellas heredadas, ancestrológicas, inconscientes y profundas.
Cuando el corazón sigue siendo esclavo de relaciones pasadas, sigue encadenado a viejos amores no correspondidos, a ilusiones no realizadas. De esta manera, no puede recibir amor pleno porque no está aireado, limpio y sano.
Si el corazón está lleno de cuentas pendientes, ¿cómo podrá ver lo nuevo? Si el corazón está lleno de fantasmas, nadie querrá ingresar a él. Y así comienza un proceso de exclusión que usamos como defensa para que nadie vuelva a dañarnos.
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Dejá entrar la Primavera: animate a abrir el corazón
Nuestra psiquis, para reparar el daño de carencias afectivas y rechazo perpetrados en nuestros años vulnerables, arma el Yo en base al personaje del Ermitaño. Tal personaje se refugia bajo la creencia de que "no necesita a nadie" y, de hecho, conecta lo mínimo y necesario con otros seres humanos -seres a los cuales internamente les teme, porque ha sufrido-.
Se distancia por temor a que nuevamente vuelva ese rechazo (aunque todo el proceso sea inconsciente). Bajo la armadura del falso yo Ermitaño, la persona se auto-convence que no necesita a nadie. Las excusas que nos armamos son varias: para qué escuchar rollos de otros, para qué relacionarse si los demás sólo traen responsabilidades y problemas... Mejor si acotamos los vínculos a lo mínimo y necesario y ya.
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Bajo esta autosuficiencia, hay alguien muy alienado que busca salir: el niño aún sigue herido, pero el Juez interno repite una tras otra vez que así las cosas están bien: mejor solos que mal acompañados, mejor pocas relaciones, mejor así, con nosotros mismos.
Omnipotente, se jacta a veces de su poca necesidad de vínculos y hasta puede tildar a los otros de "dependientes" por querer vincularse
Pero sepamos que, para sanar, necesitamos a otros. No sanamos solos: sanamos con otros, el amor sana, la apertura sana, la expresión sana, un abrazo sana, el contacto humano sana.
El Ermitaño sufre en soledad, aunque jamás lo admitirá, porque las emociones, se dice, no sirven más que para doler. Pero las emociones deben ser y serán expresadas, a toda costa.
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Si te sentís identificado con este silencio, con esta manera, salir de tu zona de confort involucrará relacionarte con otros, aunque te de muchísimo miedo (tapado y no admitido o excusado tras mentiras). Pero vale la pena transitarlo: ¡Las recompensas atrás de esta apertura serán inmensas!
Una cosa es disfrutar de nuestra propia soledad pero armando redes y contactos, y otra muy diferente es no sentir otra opción más que la de estar solos, cueste lo que cueste, por un gran miedo a volver a ser rechazados.
El tema del amor es profundo, complejo y son tiempos propicios para poner luz en estos recovecos del alma que nos necesitan
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