Cuando el médico nos receta un medicamento para ingerir antes, después o durante las comidas su objetivo no es otro que evitar que se nos olvide tomarlo. Sin embargo, pudiera ser que, a pesar de seguir a rajatabla las instrucciones no nos sentase demasiado bien. ¿Por qué?
El principio homeostático, que ha dominado la Medicina en los dos últimos siglos, defiende que los efectos de un fármaco son idénticos para una misma dosis y forma de administración, sin que importe el momento del día en que se administre. Sin embargo, esta idea ha quedado obsoleta a partir de una serie de experimentos recientes basados en la cronobiología. Veamos algunos ejemplos.
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La guerra contra el cáncer y sus efectos secundarios
Existen fármacos cuya toxicidad para el organismo es muy elevada, entre ellos los que se emplean en la quimioterapia oncológica. En una serie de experimentos con ratones se comprobó que, cuando se administran elevadas dosis de uno de ellos, el cisplatino, en distintos momentos del día y de la noche, las diferencias son sorprendentes. A ciertas horas (final de la noche), la mortalidad es superior al 80%, mientras que a otras (final del día) solo afecta al 20% de los animales. Estos resultados no son directamente trasladables a los humanos ya que los ratones, al ser animales nocturnos, duermen durante el día y permanecen activos durante la noche.
Sin embargo, estos resultados no deberían extrañarnos. Al fin y al cabo, sabemos que las células de nuestro cuerpo aprovechan unos momentos determinados (generalmente la noche) para dividirse, un proceso que se conoce como mitosis. Como las células cancerígenas se dividen continuamente, los fármacos quimioterápicos más utilizados atacan precisamente a las células que se encuentran en el proceso de mitosis. Por tanto, es lógico pensar que la toxicidad del cisplatino y fármacos similares podría disminuir si los administramos cuando las células sanas no se están dividiendo.
Estos protocolos cronobiológicos se han aplicado ya en humanos, por ejemplo para el tratamiento del cáncer colorrectal con metástasis. Con ello se ha conseguido reducir los efectos secundarios a la vez que mejoraba la respuesta terapéutica. Sin embargo, por el momento son una excepción los casos en los que se tiene en cuenta la hora del tratamiento en la oncología clínica.
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Medicamentos contra la hipertensión, mejor por la noche
Otro campo bien estudiado por la Cronobiología es el de los tratamientos para hacer frente a la hipertensión. Desde hace años sabemos que la presión arterial nocturna debe descender entre un 10-20% con respecto a sus valores durante el día. Este patrón fisiológico –conocido como reductor o dipper– se asocia con un menor riesgo cardiovascular. Por otro lado, sabemos que el nivel de presión arterial nocturna es un excelente indicador del riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares. De ahí se deduce que el objetivo del tratamiento farmacológico en un hipertenso debería ser doble: normalizar su presión arterial durante el día y lograr que baje aún más durante la noche.
Lo que ocurre con la mayoría de los fármacos empleados en la actualidad para tratar la hipertensión es que tomarlos antes de ir a dormir reduce mucho más la presión arterial nocturna y evita la fuerte subida al despertar. Además, con la administración nocturna sus efectos hipotensores se mantienen también durante el resto del día. En definitiva, todo son ventajas si se toman después del atardecer.
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La vacuna de la gripe protege más por la mañana
¿Y qué ocurre si resulta que hoy tengo que vacunarme de la gripe? En un caso como este, en el que una sola dosis es suficiente para todo un año, no parece que la hora del día pueda ser importante. Sin embargo, la realidad es que no es lo mismo vacunarse por la mañana que por la tarde.
La cantidad de anticuerpos –esto es, las defensas que produce nuestro cuerpo para luchar contra el virus de la gripe– es superior cuando nos vacunamos por la mañana. Tanto es así que, cuando ya ha pasado un mes desde la vacuna, los pacientes con la inyección matutina están más protegidos que los que la recibieron durante la tarde. Por suerte, en casi todas las consultas te citan para vacunarte por la mañana.
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La “noche química”
La melatonina, también conocida como “hormona de la noche” o “noche química”, aparece en nuestra sangre cuando anochece y se esfuma al amanecer. Durante la noche se encarga de promover funciones de reparación, puesta en hora del reloj biológico y defensa de nuestro organismo, además de facilitar el sueño.
Es precisamente por sus efectos como inductor del sueño, antioxidante e inmunomodulador, unido a sus pocos efectos secundarios, por lo que se comercializa como medicamento y suplemento alimentario. Millones de personas toman habitualmente melatonina cada día sin ningún tipo de supervisión médica, ni control horario.
Esta molécula programa nuestro cuerpo en modo noche, como si de un temporizador se tratase. Entre otros efectos, induce el sueño, favorece el ahorro de glucosa durante el largo ayuno nocturno y activa el sistema inmunológico. Por tanto, si tomamos melatonina a otra hora distinta a la noche, estaremos engañando a nuestro reloj biológico y sus efectos no serán los deseados.
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Por ejemplo, si almorzamos y tomamos melatonina a la vez, nuestra glucosa aumentará más de lo debido, cosa que no ocurre cuando la ingerimos por la noche, al menos dos horas después de cenar. Tampoco permitirá regular el patrón de sueño si al tomarla “antes de ir a dormir” lo hacemos cada día a una hora distinta.
Con todos estos ejemplos, debería quedar claro que no solo hemos de tomar la medicina adecuada a la dosis correcta, sino también a la hora precisa. De este modo, reduciremos los efectos secundarios a la vez que aumentamos sus efectos beneficiosos. Como no podía ser de otra manera, el cuándo también importa.
- Fuente: María de los Ángeles Rol de Lama, Profesora Titular de Universidad. Codirectora del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia, Universidad de Murcia. Y Juan Antonio Madrid Perez, Catedrático de Universidad, Laboratorio de Cronobiología, Universidad de Murcia, Universidad de Murcia. Publicado en The Conversation.
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